Detengan los relojes, corten el teléfono,
no dejen que el perro le ladre a su hueso,
silencien los pianos y con un tambor sordo
saquen el féretro, que pasen los dolientes.
Que los aviones circulen sollozando y escribiendo en el cielo
el mensaje de que esta muerto
que las palomas lleven crespones de luto,
que los policías se pongan guantes negros.
Él era mi norte, mi sur, mi este y mi oeste,
mi semana de trabajo y mi domingo de descanso,
mi mediodía, mi medianoche y mi palabra y mi canto;
Creí que el amor duraría para siempre: me equivoque.
Ya no quiero a las estrellas, apaguenlas todas,
empaquen la luna y desmantelen el sol,
vacíen el océano y corten los bosques,
ya nada puede darme algo bueno.