Amar a un ser humano es brindarle la oportunidad de ser
escuchado con profunda atención, interés y respeto;
Aceptar su experiencia sin pretender modificarla sino
comprenderla;
Ofrecerle un espacio en el que pueda descubrirse sin miedo a
ser calificado, en el que sienta la confianza de abrirse sin ser forzado a
revelar aquello que considera privado;
Es reconocer y mostrar que tiene derecho inalienable de
elegir su propio camino, aunque éste no coincida con el tuyo;
Es permitirle descubrir su verdad interior por sí mismo y a
su manera;
Apreciarlo sin condiciones, sin juzgarlo ni reprobarlo, sin
pedirle que se amolde a tus ideales, sin exigirle que actúe de acuerdo con tus
expectativas;
Es confiar en su capacidad de aprender de sus errores y de
levantarse de sus caídas, más fuerte y más maduro, y comunicarle tu fe y
confianza en su poder como ser humano.